30 de julio de 2011

El club de las bodegas centenarias

En nuestro país hay una docena de bodegas que funcionan desde el siglo XIX. ¿Quiénes fueron los sus pioneros del vino argentino y qué aporte  hizo cada uno para tener vigencia por más de un siglo?

Sala de cubas bodega Sana Ana
 
La semana pasada Bodegas Santa Ana cumplió 120 años. En Europa el dato podría pasar desapercibido, pero en nuestro país, donde las condiciones económicas y políticas cambian en promedio cada 10 años, no es algo menor. Lo interesante es que Santa Ana no está sola: son poco más de una decena casas vinícolas que han superado la barrera de los cien años. Las principales, son:

Familia Goyenechea: conducida y modernizada por la quinta generación familiar, esta casa de Villa Atuel, en el sur de Mendoza, fue fundada por los inmigrantes vascos Santiago y Narciso Goyenechea en 1868. La construyeron como una bodega pueblo, porque en esa época no había nada en kilómetros a la redonda. Conserva la vieja infraestructura: unas 50 casas, la capilla, la escuela.

Bodega Graffigna: el inmigrante italiano Santiago Graffigna construyó su bodega en 1870 en San Juan. Única de las centenarias con sede en esa provincia cuyana, íconos de su producción fueron los vinos generosos Don Santiago y los vinos de mesa Colón. La empresa pertenece al grupo francés Pernod Ricard.

Bodega Trapiche: Tiburcio Benegas fue uno de los ases de la industria. En 1883 creó la casa que llegaría a ser ícono de argentina en el mundo. En su larga historia, fue una de las pioneras en la exportación (hacia 1920 tenía marcas en 20 países) y algunas de sus etiquetas, como Fond de Cave, también son centenarias. Hoy pertenece al grupo Bemberg.

Bodega Escorihuela:
en 1884 Don Miguel Gascón fundó esta casa en Godoy Cruz, Mendoza. Legendaria hacia la década de 1940, su vino Pont L’eveque era el favorito de Juan Domingo Perón. Tiene uno de los toneles más hermosos que se hayan importado al país, aunque  actualmente está enfocada a la producción de varietales de alto precio. Pertenece a la familia Catena.

Sala de antiguas cubas y toneles, Bodega Santa Ana.

Bodega Santa Ana: caso ejemplar de bodega innovadora, en 1891 el italiano Luis Tirasso –el otro as, junto con Benegas- construía la casa que fuera pionera en la elaboración de espumantes, en incorporar luz eléctrica y en plantar Syrah. También lanzó los primeros vinos embotellados y su selección Santa Ana llegó a vender 36 millones de botellas año. De la mano del Grupo Trapiche, hoy es una pieza clave en la exportación de alto precio con marcas como La Mascota.

Bodega Michel Torino: fundada por los hermanos David y Salvador Michel en 1892 en Cafayate, Salta. Su antigua bodega La Rosa es un impactante ejemplo de cómo se hacía el vino en una región montañosa a la que nunca llegó el ferrocarril. Modelo de factoría, los toneles de fabricación doméstica eran de áspero algarrobo. Con otro rumbo, hoy la empresa pertenece al grupo Trapiche.

Bodega Norton: en 1895 el ingeniero británico Edmund James Palmer Norton sacaba un pie del ferrocarril que lo trajo a la argentina y elegía Perdriel para levantar un viñedo y una finca. Desde entonces, la bodega que lleva su apellido se cuenta entre las que exportaron el primer Malbec (1974) e introdujeron los vinos de Cosecha Tardía. Perdriel Caramañola es el ícono de esta historia.

Bodega La Rural: Felipe Rutini levantó su bodega 1895 en Coquimbito, Maipú, y la llamó La Rural porque estaba en un páramo. En sus primeros cien años, la casa dejó una fuerte impronta en el mercado porteño y desde la década pasada desarrolla algunas de las marcas más exportadas, como Trumpeter. Pertenece a una sociedad anónima.
 
Actual sala de barricas Bodega Santa Ana.

Bodega López: en 1898 el malagueño José López Rivas puso el primer ladrillo de esta casa, que ha permanecido en manos de López desde el primer día. Gente de ideas inamovibles, crearon el estilo de sus vinos en 1927 cuando importaron grandes toneles de Nancy, Francia. Pocos tiempo después aparecía el primer Chateau Vieux. Vasco viejo es su hit de ventas.
 
Bodega Leoncio Arizu: familia de larga tradición vitícola, los Arizu comprenden dos ramas, la de Balbino y la de su sobrino Leoncio Arizu. Este último fundó su bodega en 1901, que trasladó luego al viejo molino harinero donde hoy está emplazada Luigi Bosca, en manos de la cuarta generación familiar, quienes la enfocaron hacia el negocio de la calidad trazando un camino ejemplar.

Humberto Canale: el ingeniero que le da nombre a la bodega la fundó en 1909. Piedra angular del vino patagónico, incorporó las primeras variedades y los conocimientos para su cultivo en la región. Conducida por la cuarta generación de Barzi Canale, que la modernizó y condujo hacia la exportación, en nuestro país su vino más querido Marcus Merlot, un clásico sin fisuras.
 
Finca Flichman: Sami Flichman creó su empresa en una hondonada del río Mendoza, en la zona de Barrancas, Maipú, en 1910. Su hijo Isaac, sin embargo, es el visionario del negocio. Puso foco en Syrah y Cabernet Sauvignon y lanza a fines de los años cuarenta, con enología del prócer Roberto de la Mota, su Caballero de la Cepa. Hoy, la empresa está en manos del gigante portugués SOGRAPE.

Esta nota será publicada en La Mañana de Neuquén el domingo 31 de julio de 2011.

Para almorzar rico y con onda: Mill Café


Si sos de los que les gusta la onda de la vajilla desparejo y los sandwiches servidos en tablas y anunciados en pizarrones, este lugar es para vos. Una vieja esquina de Villa Crespo, que conserva el espíritu del barrio con sus techos altos, su barra de madera y la estantería de madera cruda. Pero lo mejor, sin dudas, son los grandes ventanales que que llenan el lugar de pura y blanca luz solar.

Mill Café abrió en de abril de este año, en la esquina de Castillo y Scalabrini Ortiz, en una zona que crece rápidamente: un poco por los outlets escondidos en Aguirre, otro poco porque es zona de productoras de TV, cierto es que el barrio ha ganado mucho movimiento en los últimos años.

Cualquiera sea el caso, en Mill se almuerza rico, rápido y fresco. Ofrecen en un menú diario a 35 pesos, que sale con limonada en unos 15 minutos, que si bien no es un hallazgo en materia gourmet es un hit en relación calidad precio. También los desayunos y meriendas están pensados para que comas rico y a precios módicos (16 pesos).


¿Qué probé?
De la pizarra me tentó el sándwich de jamón crudo, queso y albahaca, con una ensaladita de verdes. El pan estaba tibio y crocante, y el resto de los productos bien sabrosos.
Wrap de pollo que, para que nos entendamos es una suerte panqueque salado,  viene relleno un salpicón de ave y lo sirven con un dip guacamole.
Quesadillas crocantes, también rellenas de pollo, vienen acompañadas de unos nachos y guacamole.


Con capacidad para 50 cubiertos, el secreto del lugar es su calidez y su propuesta sencilla y decontrcté, en la que podés desayunar un revuelto de huevos o un café con medialunas, almorzar una bruschettas de salmón o una pizzas finnitas y de rúcula, y por la tarde elegir las tostadas de panes de campo. Anuncian ensaladas originales para la primavera.


Mill abre de lunes a sábados de 8 a 20 horas.
Scalabrini Ortiz 801, esquina Castillo
T. 4777-9229
Medios de pago: sólo efectivo

28 de julio de 2011

Tendencia en vinos tintos: cada vez hay más Malbec cortado con variedades atípicas

Cabernet Franc, Syrah y Pinot Noir son algunos de los varietales que vienen a sumarse al corte ya clásico con Cabernet Sauvignon. Buscan aligerarle el paso carnoso al Malbec y darle más expresión aromática. Una tendencia que crece.

  Una ilustración sencilla, salida de la fábrica de Bienes Jugosos
 
En el mundo del vino existe una convicción contradictoria. Mientras que el mercado está armado en torno a vinos varietales, tanto la prensa especializada como las bodegas y los consumidores nos damos cuenta de una verdad evidente: los vinos de corte blend o assemblage siempre ofrecen más y, a veces, por menos plata.
De ahí, por ejemplo, que en nuestro mercado se llegue a hablar de vinos bivarietales, cuando en rigor estamos hablando de blends a secas. Y en materia de cortes, el Malbec parece explorar una nueva ruta en las últimas cosechas. Su compañero histórico es el Cabernet Sauvignon, con el que forman el corte bordelés explorado hasta la perfección, como si el Malbec pudiera aportarle un costado femenino al siempre viril Cabernet Sauvignon, corte del que hay sobrados grandes ejemplos. Pero ahora la cosa va por nuevos compañeros de fórmula: Cabernet Franc, Syrah y Pinot Noir marchan a la cabeza.
La explicación de esta nueva modalidad atiende a una triple vertiente. Por un lado, la creciente malbequización del marcado, que motiva ventas positivas de todo lo que diga Malbec en la etiqueta. Por otro, la escacez del varietal insignia, cuyas exportaciones y consumo interno crecientes hoy superan a la oferta, como se ha afirmado en este mismo diario tiempo atrás. Y un tercer motivo, el que más nos interesa, que busca renovar el paladar el Malbec, ya que es un vino que tiene pocas posibilidades gustativas, al menos en los estilos dominantes en que se lo encuentra en el mercado.
Así las cosas, en los últimos años fueron apareciendo, primero a cuentagotas, algunos nuevos blends de base Malbec, que salían del corte bordelés clásico y exploraban nuevas vertientes. Hoy, por ejemplo, está de moda su amalgama con el Cabernet Franc.

Malbec-Franc
Desde la aparición de Gala 4 2008, el gran vino de Luigi Bosca, a la fecha, nuevos vinos apelan al combo Malbec-Franc. Sin ir más lejos, este mes se conocieron los vinos del conductor televisivo Jorge Rial, cuyo top Rocío Moreno 2009 es un corte 60%-40% de Malbec Franc. A ellos viene a sumarse otra novedad, Fangio Legend 2009, un tinto que lanzado con motivo del centenario del nacimiento de Juan Manuel Fangio y que se consigue a cuenta gotas en el mercado.
El secreto de este combo varietal hay que buscarlo en la buena combinación que hacen, donde el Malbec aporta sus taninos suaves, su cuerpo mullido y boca sucrosa, y el Cabernet Franc suma aromática diáfana y especiada, acidez rica y jugosa y un paso ligero que le quita gordura a su par.

Malbec-Syrah
Otra vertiente interesante en los cortes. Aquí, el blend busca potenciar la sucrosidad de ambas, pero sumarle a la solemnidad del Malbec cierto exotismo típico del Syrah. Y los resultados son fantásticos, sobre todo en aquellos que provienen de zonas frías, que tienen buena acidez y no son golosos como los sanjuaninos. Infinitus Malbec Syrah 2008 es un referente, que se renueva cada cosecha desde 2003. A él se suman Trumpeter Malbec Syrah 2009, Lurton Alcataya Malbec Syrah 2006, ricos tintos.

Malbec-Pinot Noir
A primera vista parece un corte raro: ¿cómo combinar la elegancia remanida del Pinot con la gordura apenas fofa del Malbec? Y sin embargo esa es la gracia principal del blend: adelgazar a una y engordar a la otra, logrando un combo frutal de paso blando, textura tersa y buen jugo. En esa línea, el primer tinto fue Familia Schroeder 2004, que combinaba el 54% de Pinot Noir y el resto de Malbec. Como él, bodega Séptima explora el corte con un Séptima Rosé Malbec-Pinot 2010. Y tenemos noticias de algunos más en camino, ahora que los cortes a base de Malbec están en alza.

Esta nota fue publicada el 24 de Julio en La Mañana de Neuquén.

25 de julio de 2011

Maracuyá, o el llamado de la selva


Todo el mundo se acuerda la primera vez que probó el maracuyá. En eso, esta fruta de sabor cítrico y perfume tropical es invariablemente un parteaguas en el paladar: no se puede salir indemne de su voluptuosidad, de su rareza –no es un limón pero se parece, y su pulpa suelta con semillas negras y crocantes no tiene igual-, ni del shock que produce en el espina su acidez alta y vigorosamente refrescante.
Mi primera experiencia con el maracuyá no fue la excepción. También hubo un antes y un después. Pero sobre todo un después: fue en Coroico, en los Yungas bolivianos, una tarde de enero de 2002.
Coroico es un pueblo alucinante. Si García Márquez hubiera pasado una temporada aquí, Macondo no sería Macondo sino Coroico. Se llega después de cruzar la cordillera e internarse en la selva por caminos angostos y escarpados que desembocan en el contrafuerte de un cerro y en el pueblo, un sencillo amontonarse de casas y hoteles para turistas.
Allí la vida es desmesurada. Hasta donde alcanza la vista se cruzan los planos verdeazules de las montañas. Y a última hora de la tarde es posible escuchar el aullido de los monos, imaginar el ronroneo de las cascadas en el fondo del valle y observar el vuelo de los pájaros en la espesura. De todas las cosas que sorprenden de Coroico, sin embargo, las frutas son por lejos el plato más fuerte: en el mercado de la plaza abundan papayas, carambolas, chirimoyas, plátanos gigantes y otras tantas que no sabría decir qué son, cómo se llaman o a qué saben.

Yo viajaba con Laura, mi novia entonces. Como siempre pasa en estos casos, también viajábamos con un grupo de mochileros. Entre ellos estaba Anne, una esbelta rubia norteamericana de lengua filosa e inteligencia ágil. Anne, como queda claro, me gustaba tanto o más que Laura, al menos en ese entorno de selvas, vapor tropical y humedad pringosa. Entonces intervino la fruta de la pasión para terminar de complicar las cosas.
Fue la segunda noche en el hostel. A la hora de la cena Anne apareció con una bolsa tejida en la que habían tres docenas maracuyás. Como todo el mundo sabe, en Bolivia cualquier comida sin lavar a fondo puede ser una trampa. Pero ella no parecía hacerle caso a las precauciones y los comía con fruición, sin inconvenientes. La presentó como “passion fruit”, que dicho por sus labios finos fue como una invitación. No tardé en probar esa rara fruta y su efecto fue instantáneo: una electricidad pecaminosa corrió por mi espalda, como si el sabor nervioso del maracuyá, su voluptuosidad dulce y ácida a la vez, encendieran un mecanismo ancestral en mi sistema endócrino (ni más ni menos que el llamado de la selva), y sorbo a sorbo me pedía a gritos que me comiera también a la norteamericana. Laura se dio cuenta en el mismo acto, me fulminó con la mirada y partió a la habitación para, con su ausencia, humillarme o disuadirme. Lo mismo daba.
Entonces quedamos Anne y yo saboreando esa pulpa fascinante y lúbrica que pasaba por nuestros paladares, acercándonos y sintiendo que nos caldeábamos con cada sorbo mientras la conversación ganaba voltaje. Hablábamos de viajes, de aventuras, de sexo, como si ya nos hubiéramos desnudado, ejercitado y nos abrazáramos con ternura en la cama desordenada. Entonces la naturaleza hizo su segundo llamado: fue como un estertor que ascendió desde mis tripas, un llamado de alarma voraz y repentino por el que tuve que levantarme de un salto y correr al baño, dejando atrás a la rubia y su turgente fruta de la pasión.
Así arrancó la primera descompostura. Después vino una segunda y una tercera, que me dejaron seco y en cama por tres días. Laura, en su venganza, brilló de ausencia con toda razón. La entendía perfectamente: los dos habíamos visto el fuego que encendió el maracuyá en mi, y los dos habíamos visto, también, las tres tangas de leopardo que la norteamericana colgaba en la soga del hostel. Tangas que, mientras me consumía la fiebre y una colitis sin igual (que me demoraron en Coroico y que hicieron que Anne partiera para no volver) me torturaban el recuerdo por lo que pudo ser y no fue, junto con la voluptuosidad y frescura del maracuyá.
Desde entonces, cada vez que pruebo esta rara fruta, siento que algo quedó inconcluso allá en Coroico. Basta que su sabor indescriptible vuelva a mi boca, para que vuelva a ver (a sentir, a oler) el cuerpo inmaculado de Anne, perfectamente inventado en mi memoria con una ceñida tanga de leopardo, compartiendo conmigo el fruto de una pasión que arrancó castrada, pero que al menos conserva el buen sabor de la fruta y el marco inmaculado de una selva tropical.

16 de julio de 2011

Tintos buenos, bonitos y baratos para comprar por caja


Si sos de los que les gusta tomar dos copitas por noche -prescripción favalórica de por medio- tu economía doméstica enfrenta un dilema difícil: cómo invertir en la compra de botellas sin que el ticket se vaya al traste. Hay que saber no hace falta gastar 60 pesos en una etiqueta para beber bien y en estos siete recomendados hay opciones perfectas para comprar bueno, bonito y barato, idealmente por caja cerrada y con descuento.

Santa Florentina Malbec 2010 ($16). No esperes concentración, volumen y cuerpo, porque en este varietal sus virtudes están en otro lado: es fragante, frutado y de cuerpo sencillo, pero por eso mismo logra destacarse, y por lejos, del promedio nacional. Ponelo en la mesa en un asado de multitudes y sentate a esperar cómo bajan las botellas. Vas a ver.

Bodega Uno Argentina Syrah 2010 ($18). El nombre, convengamos, no es un hallazgo. Sin embargo, el vino sí. Bodega Uno es una marca que pertenece a Cuarto Surco, una empresa mendocina que desarrolla vinos de exportación en segmentos bajos y medios. Y este, precisamente, está en ese lugar. Es goloso, el tipo de tinto que te gustará si elegís Callia, con una nota ahumada que le da relieve. Dato extre: en los súpers chino suele tener ofertas agresivas.

Tracia Cabernet Sauvignon 2010 ($18). Entre las marcas nuevas que se perfilan para preferidas del consumidor, la sanjuanina Tracia es un caso al que ponerle el ojo. Con un sistema de conducción especial para las vides, logran obtener calidad y volumen de producción. Y este cab es el ejemplo cabal: pura fruta intensa, boca suave y jugosa, con rico final. Buscalo.

Trapiche Malbec 2010 ($18). La góndola de los cotidianos sería otra cosa si este vino no estuviera. Es el ABC de lo que se puede conseguir en el mercado por este precio, con el plus de ser una marca centenaria. El vino es fragante, de paso simple, frutado y rico. El tipo de producto que uno tiene en casa para cuando pinta un antojo.

Benjamín Nieto Bonarda 2010 ($21). Confieso que la línea Benjamín no es de mis favoritas. Pero en este Bonarda Nieto Senetiner parece haberle encontrado la rosca ideal a esta varieadad. Claramente frutal y fragante, es delgado al paladar, suave y envolvente, con buena frescura. El tipo de vino que uno pondría en una mesa multitudinaria y dominical, en que se sirven ravioles de ricota y nuez con bolognesa casera.
 
Estancia Mendoza Cabernet Sauvignon 2010 ($20). Un dato interesante sobre este vino es que en las catas a ciegas que hicimos para la Guía Austral Spectator salió muy bien ranqueado para su rango de precio. Luego lo he bebido por ahí y el vino está impecable. Frutal, intenso y con buen cuerpo, es un buen candidato al podio en la góndola de los accesibles

Michel Torino Colección Tannat 2010 ($20). El mejor tinto de Bodega La Rosa en lo que a vinos accesibles se refiere. Tannat de origen salteño, resulta concentrado en color para el promedio de la gama, frutal en sus aromas y con paladar carnoso e intenso, sin presentar asperezas, sino todo lo contrario. Es el ejemplar perfecto para tener en casa y descorchar el día que hacés una carne al horno con salsa BBQ.

15 de julio de 2011

CorsoComo: restó bar con buenos tragos y rica comida


Hay restaurantes que uno los ve de afuera y dice “esto no es para mi”. Es como si la pinta nomás ya te indicara que vas a sufrir. Muchas veces la corazonada es cierta. Pero otras, el corazón está claramente equivocado. Eso fue lo que me pasó con CorsoComo: su vidriera enorme, las pantallas de LCD en las paredes con los partidos de la Copa América, el combo de extranjeros y familia en plan cena con los hijos adolescentes en mesas bien iluminadas y regadas por luz neón violeta, fue algo que desde la vereda me costó digerir. Pero para mi sorpresa, descubrí un lugar alucinante al que volveré, sin dudas.

En la onda deli de diseño que hay en algunos edificios de Puerto Madero, este restaurante bar de Palermo adosado a las grandes torres de Juan B. Justo ofrece una cocina bien hecha, con productos de nivel y una barra muy afilada. La propuesta es simple: un lugar en el que reunirse a charlar, tomar un café o una copa, almorzar o leer entre semana y, ahora más que nunca, un bar para ver la Copa América.


 A la frialdad del hormigón, la matizaron con unas lámparas de mimbre, unas lindas estanterías de madera en donde hay desde libros a copas y tres pantallas con sintonía futbolera. Pero el secreto de este restó cotidiano está en otro lado: en la excelente relación calidad precio, servicio amable y comida con un twist gourmet sin llegar a estar gourmetizada. En pocas palabras, un restó bar para cualquiera, al que se va sin ser un experto en comida y se lo disfruta igual.

 Qué comimos
Fuimos a cenar con mi pareja. Y ni bien nos sentamos a la mesa trajeron unos shots de torrontés con cassis, como para ir entrando en clima, además de unos panes saborizados con cebolla y otras hierbas, y un deep con queso crema y pimentón. En esto, los 7 pesos que te cobran de cubierto quedan largamente justificados.


Y recién ahí, nos trajeron la carta. Es simple y ofrece exactamente lo que uno espera de un bar restaurante: algunos sándwiches, platos de fondo como lomo braseado al vino tinto y las pastas, que están completamente elaboradas en CorsoComo. Pedimos:

Una entrada de queso brie en panko ($36), hojas verdes y hongos, que se parecía mucho a los bastones de mozzarella en el aspecto (pero en nada más), ya que el sabor del queso era suave y fundente, con una cobertura crocante, y las hojas de rúcula estaban bien frescas. Plato sencillo y sabroso.


De principal, “caramelos de calabaza” ($37) que no son otra cosa que sorrentinos, con una crema de hongos que estaba del carajo (claramente pintaba funghi-porcini). El secreto, sin embargo, está en el relleno de calabaza, dulce y cremoso.


Tapeo español con albóndigas “cuadradas”. Al leer el plato quisimos saber qué eran y lo pedimos: no es la gloria, pero está bien. Vienen tostadas pan-tumac, unas papas bravas (fritas y rociadas con pimentón picante), junto con aceitunas, rúcula y las famosas albóndigas, ni más ni menos que un pastel de carne cortado en dados, ricas y con una salsa de tomates que les hace justicia. Ahora, como una picadita para compartir, sale con dos cervezas por 75 pesos. Bien.


Mención aparte merecen los tragos. Elaborados por la bartender Sabrina Lamas, con mano clínica para los ingredientes, tiene una oferta “de autor” que vale la pena explorar. Me gustaron especialmente Caipi Jagger, (es picante, lo sirven con un jalapeño coronando los hielos) y Pina Daniels (a base del viejo Jack Daniels, seco y herbal, servido en copa cocktail). Cada uno 30 pesos.


Volcán de Chocolate ($28) para el postre, que lo sirven bien, quizás un poquito seco, pero lo más importante: con rico sabor de buen chocolate.


Si buscás un lugar para hacer una parada en Palermo o bien querés un bar con buena comida para reunirte con amigos, agendalo. Más, si la copa se estira más allá de Argentina-Uruguay hoy y hay que ir a ver otros partidos.

CorsoComo queda en Humboldt 2125
Abre domingo, lunes y martes, de 8:30 a 20:30
De miércoles a sábado de 8:30 al cierre.

13 de julio de 2011

Cata final de la Guía Austral Spectator: se vienen los vinos top de la Argentina


Finalmente  terminamos las catas de la guía de vinos Austral Spectator: después de catar durante dos meses, haciendo un selección del materia, llegó el momento de elegir a los mejores 100 vinos de Argentina sobre más de 1000 ejemplares. Para esta última cata, que realizamos hoy miércoles 13 de julio en el Restaurante del Museo Evita, armamos un panel de lujo con periodistas, críticos y sommeliers amigos. La idea fue armar un grupo plural, que pudieran aportarle diversisdad a la selección final de los Top de Argentina. En las fotos que siguen les presento a cada uno de ellos...

De izquierda a derecha: la nuca de Diego Bigongiari (periodista, coautor de la guía), Ezequiel Schneer (sommelier Grand Cru), Matías Prezioso (sommelier Aldo's) y Alejandro Iglesias (sommelier BonVivir, coautor de la guía).

 Marcelo Antin (periodista y sommelier, radio Mitre) y varios tintos

María Mendizábal, mejor sommelier de Argentina 2007 (hoy pueden leer sus críticas en anaricci.com), y otros tantos tintos, ya sobre el final de la jornada.

De izquierda a derecha, apenas visible el gran Daniel López Roca (periodista, ArgentineWines.com), Paz Levinson (mejor sommelier argentina 2010), apenas visible Jorge Bourdieu (sommelier, docente de la EAV, wine writer) y en un primer plano, otro grande en sentido figurado y literal, José Luis Belluscio (crítico, periodista, Radio América)
 
Y los que faltan. De izquierda a derecha, Adrián Vilaplana (ingeniero, docente de análisis sensorial), Santiago Abarca (abogado, coordinador de Slow Food Argentina). Frente a ellos, Carolina Garicoche (sommelier, periodista, Master Wine) y Jorge Bourdieu. En la mesa de atrás, Diego Bigongiari mira hacia lo desconocido y, escondido justo detrás de él, sin aparecer en ninguna foto, Andrés Rosberg, presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers.

A todos, les agradezco enormemente. Así como merecen mención especial Marcela Blanco, camarera de Museo Evita, que durante dos meses nos sirvió putualmente los vinos cada mañana, y a Mercedes Carullo, que se encargó de gestionar las muestras y de coordinar la nube de información en la que ahora empezamos a trabajar.

Con los vinos ya elegidos, ahora hay que ponerse a escribir y nada más falta esperar la publicación de la guía. Será un libro de 250 páginas, impreso a color, con todo lo que un comprador de vinos -desde el supermercado a las más exclusivas vinotecas- puede nacesitar. Lo que se dice, una verdadera guía de consumo. En novimebre estamos en la calle.

11 de julio de 2011

Los deportistas ahora van por la copa (de vino)

Del paraguayo Chilavert, que acaba de anunciar el lanzamiento de su vino, al mediocampista español Iniesta, pasando por el basquetbolista Oberto, la lista de deportistas en el mundo vitícola es larga. Y cada vez más hombres de jogging entran al negocio del vino. A continuación, los casos más importantes.


Los vinos de famosos están a la orden del día. Si Ricardo Arjona y Jorge Rial sacaron sus tintos en el último tiempo, cada vez más las figuras del espectáculo se ven tentadas de lanzar sus propias marcas de vino. Ahora le toca el turno a los deportistas.
La ecuación parece simple. Alguien que es famoso y a quien las marcas pagan millones por que luzca sus pipas y plumas en cuanta foto pueda, no le puede tomar mucho tiempo entender que él mismo es una marca que vale. Y de ahí a lanzar su propio negocio, no hay mucho más que determinación. Así, un jugador de fútbol, de golf o de básquet reconocido, al que la gente llama por nombre, apodo y apellido, de la noche a la mañana despierta involucrado en un nuevo negocio y sueña con el éxito asegurado, aunque a veces no lo es tanto.
Lo curioso del caso es que en el último tiempo el negocio que más tienta a los famosos del deporte es el vino. Negocio difícil si los hay, por otra parte, en el que ni la fama, ni el dinero, ni las buenas o malas intensiones pueden garantizar el éxito. Quizás ese nivel de desafío sea la adrenalina que tienta a un cracks del fútbol a invertir en vinos. Cierto es existen casos como el del mediocampista Andrés Iniesta, hombre clave del Barça valuado en 200 millones de euros, que se ponen manos a la obra con sus propias etiquetas.

Futboleros por las copas
El de Iniesta es un caso ilustrativo por su dedicación. Hace 8 años adquirió una parcela de tierras manchegas en el pueblo que lo vio nacer, Fuentealbilla en Albacete, y la temporada pasada arrancó con la vendimia. En un bien explícito mensaje a sus fans de Facebook –unos 4.000 a la fecha- el crack responsable de que el seleccionado español se quedara con la copa del mundo, dijo en septiembre pasado: “Hemos empezado la vendimia; promete ser una excelente cosecha,” acompañado de fotos suyas seleccionando racimos. La bodega, obvio, se llama Iniesta.
El batacazo esta temporada, sin embargo, lo acaba de dar el arquero paraguayo José Luis Chilavert, quien anunció la semana pasada el lanzamiento de su propio vino, para exportar a sus tierras guaraníes. “Don Chila”, así se llamará este Malbec 100%, está pensado para el gran público, por lo que tiene un resto de azúcar residual y “precio popular” que, según trascendió, rondará los 18 pesos argentinos. La idea del arquero que supo ser goleador es empezar a venderlo en su propia tierra y luego cabecear al mercado argentino y otros países del Mercosur que lo vieron jugar.
Pero ni Iniesta ni Chilavert están solos en este terreno. También el niño lindo del fútbol británico, David Beckham, desde 2008 posee una bodega en Napa Valley, California. Conocido por sus precisos tiros libres, a la fecha el goleador despunta el vicio del vino en Chateau Posh, donde se dice que elabora caldos para solaz y gusto de sus amigos, lejos de toda pretensión comercial. Raro, pero no imposible. En la misma línea, desde 2007 el brasileño Ronaldo es accionista de una bodega de Ribera de Duero llamada Cepa 21.

Más casos de vino-deportistas
Además de los futbolistas, otros grandes completan el Hall of fame del vino. Fabricio Oberto, basquetbolista de pura cepa, hombre que supo brillar primero en Atenas de Córdoba y llegó hasta la NBA donde hizo magia para San Antonio Spurs antes de retirarse prematuramente, lanzó hace dos años su marca de vinos de exportación. Tinto catamarqueño producido en Tinogasta, la línea Oberta está formada por un Cabernet Sauvignon, Syrah y Malbec.
Pero entre los más destacables deportistas wine lovers hay una legión de golfistas encabezada por el australiano Greg Norman, alias el Tiburón por su agresivo estilo de juego, quien posee un imperio formado por varias fincas y bodegas en Oceanía. En el mismo “hoyo”, su par Nick Faldo, quien ganara los 6 torneos más grandes del golf mundial, lleva adelante una bodega en Canawarra, también Australia. Eternos rivales, el año pasado, en una entrevista para la revista norteamericana Wine Spectator, Faldo disparó: “Mis vinos son mejores que los del Tiburón”.

Esta nota fue publicada el 10 de julio de 2011 en La Mañana de Neuquén

8 de julio de 2011

Abrió Aldo’s: nuevo concepto en restaurante


Una de las inauguraciones más esperadas de este primer semestre finalmente abrió sus puertas hace dos semanas: Aldo’s, el restaurante vinoteca que concibió el sommelier Aldo Graziani, una lograda combinación de glam, buen servicio y gastronomía porteña, perfecta para una comida de amigos, un almuerzo en el microcentro o una cena décontracté con parejas amigas.

Si era una de las aperturas más esperadas, eso se debe al currículum de Graziani: como entendido en vinos ha publicado en revistas, escrito guías y ha gestionado algunas de las cartas más destacadas de la ciudad, entre las de Casa Cruz y el Bistró, en el Faena Hotel + Universe. Ese es el costado glam, que también se respira en Aldo’s, sin ser dominante. De modo que, cuando a mediados del verano se conoció la noticia de que Graziani abriría un restaurante, junto a dos pesos pesados de la gastronomía como laderos, el reloj de la ansiedad arrancó su cuenta regresiva, hasta que hace tres semanas el local quedó oficialmente inaugurado.




Aldo’s es una apuesta seria. Tanto desde lo estético como desde la propuesta vínica. En la planta baja del Hotel Moreno, en San Telmo –y donde otrora funcionara el molecular restaurante Moreno- Aldo’s ofrece dos vistosos salones engarzados por la barra de tragos. Con una estética vintage –parece una actualización de un bar de película de los 50’s- el responsable de la ambientación fue Juan Santa Cruz, uno de los dos socios de socios de Graziani. El otro es Emilio Lucini, hombre clave del negocio gastronómico por su buen ojo para las tendencias.

Ya desde la calle algo llama la atención: en todas las paredes del local hay botellas de vinos, lo que de partida te dice a dónde apuntan estos muchachos. La explicación es simple: Aldo’s se propone como una vinoteca en la que además funciona un café a deshoras y un restaurante al mediodía y a la cena. ¿Y qué tiene de especial? Graziani y un equipo de sommeliers probaron a ciegas una punta de vinos y eligieron los 500 que más les gustaron. Con esos armaron la carta –tiene 42 páginas- y los ofrecen al mismo precio que los comprarías en vinoteca, indistintamente de que lo bebas en el local o te lo lleves a tu casa. Eso es un golazo, porque podés darte ciertos gustos sin que te partan al medio, y beber desde Alta Vista a Rutini, de Luigi Bosca a Zorzal y otras perlitas como Las Perdices a precios muy lógicos.



¿Qué se come? La propuesta la entiende cualquiera: comida porteña, sin mañas y con foco en el producto. Probé:

Sopa de lentejas con huevo poché ($28). Es un buen plato invernal, sin alardes, que viene con trozos de queso sumergidos. Ojo que sopa no es lo mismo que guiso, que es lo primero que uno se imagina cuando lee lentejas en la cata. Es rica, pero no sustanciosa.





Provoleta de cabra con ensalada ($38) es la entrada ideal. El queso es de primera y las hojas verdes (espinacas) son muy frescas. Una rica combinación entre la potencia gustativa de la provoleta y la frescura de la ensalada.

Cordero Braseado al vino tinto con papas rosti ($58). Conviene aclara que los platos principales vienen sin guarnición, precisamente para que uno pueda combinarla a gusto. Y en este caso, elegí las papas para hacerles compañía al cordero, que está cocido de tal forma que no hace falta cuchillo para cortarlo: se desarma con el tenedor.




Soufflé de queso ($40) es, precisamente, un plato simple y sabroso. Ni más ni menos que un esponjoso soufflé, ideal para comer al mediodía. Para una cena, te podés quedar algo corto.

El postre fue un clásico porteño: panqueque con dulce de leche ($25) muy contundente, con un dulce de leche apenas duro que le da consistencia.


En cuanto a la relación calidad precio, el restaurante gana en que los vinos te los cobran como en una vinteca. Ahí harás buena diferencia, pero calculá que no vas a gastar menos de 100 pesos por persona con bebida. Con un dato no menor: es la misma carta al mediodía que a la noche.

Abren todos los días de 7 al cierre.Moreno 372, Microcentro / Tel. 5291-2380.

4 de julio de 2011

Entraña: el corte de moda desde que era chico

 
la foto la tomé prestada de esta galería. Está buenísima.

La entraña está de moda. Hoy es el corte top que te sirven en parrillas con tres mozos por mesa y el que te cuesta conseguir en las carnicerías de barrio porque ya no la reciben: como su demanda está en alza, no llega con facilidad al comercio minorista. Pero hubo un tiempo, y no fue hace mucho, que la entraña era un corte "clase b". Que no se conseguía porque el carnicero no la pedía ni la vendía. Al menos en Buenos Aires, donde las modas fluctuantes tienen ese poder: el de hacer aparecer y desaparecer, por ejemplo, hasta un corte de carne. En Mendoza la historia siempre fue distinta.

En los asados de la infancia, que en mi particular vecindad se hacían todos los sábados al mediodía y se siguen haciendo desde 1978 ininterrumpidamente, la entraña era el corte para los niños. La ecuación era muy simple: cuando se ponía el matambre, las costillas y la punta de espalda en la parrilla, la entraña y los chorizos quedaban cerca del fuego, porque se hacen rápido y al mismo tiempo. De modo que en unos cuarenta minutos a lo sumo, los chicos ya estábamos comiendo, y para cuando los grandes servían los cortes más serios, hacía rato que andábamos en bicicleta por ahí o pelábamos mandarinas al sol del otoño.
 
Pero además para mi la entraña tenía un atractivo especial. Era escuchar el crujido del cuero cuando le metían cuchillo para cortarla, y ahí nomás, enjugar el pan fresco en la sangre negriroja que manaba de las fibras. Un momento exquisito, salobre y jugoso, que marcaba el inicio del festín: ni antes ni después, recién ahí comenzaba el asado.
 
Por eso ahora que la entraña está de moda, y no siempre se la consigue, lo que más extraño a la hora del asado es la posibilidad picar un pancito con buen sabor, como un anticipo del qué vendrá.

2 de julio de 2011

¿Cuáles son los vinos de los que se está hablando?



Como en todos los ámbitos, en el vino se dan modas, algunas más fugaces que otras, y en las que un puñado de etiquetas están en la boca de todos. Hace tres años, por ejemplo, Noemía y Cobos eran esos vinos, más mentados que probados. En esta reseña, te cuento cuáles son esas etiquetas que suenan hoy en las conversaciones del vino.

Zorzal Cabernet Sauvignon 2010 ($40?). Sobre este vino no se dicen tantas cosas como sobre sus enólogos: los hermanos Matías y Pablo Michelini. Ellos están logrando volarle la peluca al consumidor con unos pocos vinos fuera de serie y ya su nombre es marca registrada a la hora de hablar de calidad y estilo. A mi me gusta este Cab, que parece llegado de otro planeta y sin embargo está hecho en el Valle de Uco.

Escorihuela Gascón Pinot Noir 2010 ($54). Notable caso de fama que precede a un producto. En mi caso fueron primero cuatro colegas los que me hablaron de este vino, antes de que pudiera probarlo. La razón es simple: el vino está muy bien, estructurado con una madera evidente y una fruta rica, el paso resulta cordial y bien entrador. Y ahora es como el Druppi de los cartoons: lo veo y escucho en todas partes. Bien por el vino.

Lunta Malbec 2008 ($80). La bodega Mendel es famosa por sus vinos high quality, de estándar y lujo internacional. Pero esconde una joyita entre sus filas, que el mundillo del vino no ha tardado en desenterrar: Lunta, apócope de Lunlunta, el rincón mendocino donde está el viñedo que le da origen a este Malbec fragante, delicado y con tacto suave, se bebe sin la admiración que causan los gigantes, pero con mucho más placer y elegancia.

La Mascota Cabernet Sauvignon 2009 ($80) es otro ejemplo de fama lograda sin producto. En los últimos tres años, este tinto fue para mi como una promesa constante. Lo veía en guías y concursos internacionales, siempre bien rankeado, y me pinchaba la curiosidad problaro. Con colegas hablábamos de lo esquivo que resultaba, pero ahora comienza a hacer ruido en el ambiente sencillamente porque llegó al mercado. Lo elabora Bodega Santa Ana para la exportación y si biene stá disponible, sigue siendo figurita difícil.

El Enemigo Syrah Viognier 2009
($150). Alejandro Vigil es el joven talento detrás de los vinos de Catena. Pero más importante aún, es el enólogo que un poco en voz baja y otro poco en a viva voz, va tejiendo una red de productos que salen de sus manos. El Enemigo, nombre freaki si los hay (más teniendo en cuenta que está dedicado a su hijo), es una gama de tintos entre los que descolla este corte del Ródano: la blanca Viognier (12%), contra todo lo pensable, además de ablandarle el paso y darle gracia aromática, permite que el vino gane más color. Y en este caso esa es una particularidad evidente. Buscalo.