31 de mayo de 2007




Este es el ojo de la vid. En pleno otoño 2007, un mes después de la vendimia, un zarcillo proyecta su sombra ocular sobre la hoja crocante de un malbec. Mira, con una última esperanza, el largo crepúsculo de la estación, camino de la nieve, el viento helado y la desnudez. Acaso parece un gran naturaleza muerta; acaso, un sistema rígido de nervaduras resecas, que marcan le último curso que transitó el agua de la vida, camino a la célula hoy muerta. En todo el cuadro, la luz es el clima. La misma luz que hace al ojo, a la sombra y en última instancia al vino que de ellas nació.